Ayer, cenando con dos murcianos "couch surfers" en casa una pareja de vecinos, él holandés y ella inglesa, mi amigo desembuchó así, sin previo aviso, un comentario que me encantó.
"Los niños que están en el colegio, que han aprendido a leer y escribir, tienen la vida por delante. A partir de ese momento cualquier cosa es posible,¿serán actores, periodistas, arquitectos, camareros, docotores, vendedores...tendrán hijos, qué mundos explorarán, qué culturas conocerán...?
Los maestros (esas personas que están introduciéndoles a ese nuevo mundo donde todo es posible) no conocen más que lo que ellos, los alumnos, ya han visto: la escuela, porque el suyo, probablemenete, fue un círculo escuela-universidad-escuela. Los maestros, por lo tanto, deben estudiar magisterio, pero sobre todo deben experimentar.
Aquí añado yo...que sin viajar y vivir experiencias puede uno ser un maestro estupendo...pero desde luego vivirlas no va a perjudicar. Cuando yo sea presidenta los maestros tendrán años sabáticos cada 3 años por obligación.
Conclusión interesante de Stephen (¡gracias!)
jueves, 12 de enero de 2012
El duelo de una madre y las pastillas de eferalgán
Con las pastillas de eferalgán pasa como con algunos dolores: no te los puedes tragar, como otros, porque te atragantas. Puedes agarrar una botella por banda y hacer esfuerzos sobrehumanos, pero estarás perdiendo el tiempo.
Desesperado, te rindes a la física y tiras la pastilla en un vaso de agua. Cae, pesada, patente: como el dolor. Al principio está ahí, algo que te ha caído encima, como la pastilla al agua, y no sabes muy bien qué hacer con él. No eres tú el que se adapta, sino el dolor el que burbujea y, mezclándose, empieza a desaparecer.
Desaparece su forma, su definición, pero materialmente está dentro. La diferencia es que ahora por lo menos te lo puedes beber.
Está asqueroso, pero ¡oye, que cada uno encuentra su técnica! Entre otras: taparse la nariz, comer algo dulce después para quitar el sabor, beberlo a sorbitos pequeños, un poco de motivación...
De pronto, ya no sientes que te duele la cabeza porque el paracetamol ha anulado el efecto, aunque el dolor siga ahí, y cuando el efecto calmante se pasa, a lo mejor, con un poco de suerte, te ha dejado de doler.
Desesperado, te rindes a la física y tiras la pastilla en un vaso de agua. Cae, pesada, patente: como el dolor. Al principio está ahí, algo que te ha caído encima, como la pastilla al agua, y no sabes muy bien qué hacer con él. No eres tú el que se adapta, sino el dolor el que burbujea y, mezclándose, empieza a desaparecer.
Desaparece su forma, su definición, pero materialmente está dentro. La diferencia es que ahora por lo menos te lo puedes beber.
Está asqueroso, pero ¡oye, que cada uno encuentra su técnica! Entre otras: taparse la nariz, comer algo dulce después para quitar el sabor, beberlo a sorbitos pequeños, un poco de motivación...
De pronto, ya no sientes que te duele la cabeza porque el paracetamol ha anulado el efecto, aunque el dolor siga ahí, y cuando el efecto calmante se pasa, a lo mejor, con un poco de suerte, te ha dejado de doler.
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