sábado, 10 de diciembre de 2011

Todo


El vecino que me cruzo por la escalera y me regala un poco de fruta, el portero que me habla en myanmar y yo le contesto en español y nos entendemos, mis niños (en foto), las sonrisas de la gente, la viginidad su comportamiento, su inocencia, la forma de ligar, su sorpresa ante un mundo que se abre, la ausencia de reglas (esas reglas que creíamos que beneficiarían al mundo y lo han convertido en un espacio ridículo), las escobas con palos forrados con esparadrapo de colores y plumas de verdad, el que pela los pomelos que me intenta timar pero al día siguiente se rinde y me lo vende a precio normal,su resistencia al modo de vida occidental, las caras de los perros que se te acoplan cuando estás bebiendo un té en la calle, la luz, las hojas, los bichos, la fruta, el olor a arroz, las patatas fritas con sabor a alga o las algas fritas, cómo comparten la comida constantemente en la calle, hablando, su creatividad, el aspecto de la ciudad, las manicuras, los masajes de cuerpo entero incluidos los pechos, la gente haciendo ejercicio en frente de las pagodas, que vendan faldas de pana a 40 grados, que salgan en pijama a la calle pero se rían de mi casco, las cucharas con forma rara y los tupper con tres compartimentos.
Todo...todo lo voy a echar de menos.
Qué suerte tengo de estar viviendo hoy en Yangón y qué pena que se esté extinguiendo.

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