Sobre el asunto concha, resulta que la concha que me trajo la niña se la había regalado su hermana. A ella no es que le apasionen las conchas, pero su madre no le deja tenerlas y por eso las tiene en la mochila...
Sí, soy Antoñita la Fantástica, ¿qué pasa? Pero ¡qué feliz se vive así!
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