Los niños están insoportables con el calor.
Hoy, cuando estábamos a punto de irnos a casa, hemos he empezado a darles sus carpetas y no había manera.
Así que he sacado mi saco de pegatinas y san se acabó: allí estaban, 21 alumnitos de 4 años petrificados ante mí con la esperanza de conseguir una pegatina como premio a su comportamiento.
Pero, ¿de qué estamos hechos? ¿por qué motivo necesitamos aprobación?
En los colegios de curriculum internacional (PYP, IB), no les hace mucha gracia lo de las pegatinas- a mi tampoco, pero entre mi supervvencia y las pegatinas, mi supervivencia.
Creen firmamente que lo suyo es seguir le evolución natural del niño. Y que deberían acercarse a una actividad únicamente si les apetece, y no por una pegatina. Y yo también lo creo.
El problema es que también creo que vivimos en un mundo que muy dificilmente se puede cambiar. Un mundo en el que para servir a la sociedad a veces hay que ajustarse a una realidad que tiene que ver no sólo con uno mismo y con lo que a uno le apetece, sino también con los demás. Y a veces uno hace cosas que no le apasionan del todo pero son útiles y es posible ganarse la vida con ellas. Y se siente reconfortado cuando se le premian, pero de nuevo...
¡Qué bonito sería vivir sin necesitar el premio de los demás!
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