sábado, 21 de abril de 2012
Reverse anthropology
Érase una vez yo pero al revés.
Mi familia era muy pobre y viví toda mi vida en una choza pequeñita en un pueblo de Madrid. Nunca he salido de España, nunca he visto Madrid capital, no he visto otra cosa más que las montañas de la sierra de mi pueblo. No hablo español, sólo un dialecto moralzarzaleño.
Hace unos años empezaron a llegar inmigrantes birmanos a mi pueblo. Esperaban, de manera arrogante, que habláramos chino que, según ellos, era el lenguage común para la comunicación. Si no entendías lo que te decian, te contestaban más alto y segmentando las palabras chinas, como si así fuera más fácil su compresión.
A los birmanos no les gusta mucho nuestra comida. Le hacen ascos al jamón y dicen que para ellos está muy salado. Rara es la vez que lo piden en un restaurante, pero si lo hacen, piden que por favor sea desalado. La tortilla de patata ni pensarlo... no entiende por qué comemos huevos...¡el hijo de las gallinas!
Una vez vino un birmano más listo que el resto y montó un restaurante lujosísimo (eso es lo que dicen, porque yo nunca he podido ir) y venden grillos asados. Por lo visto la gente pata un pastón.
Me casé con un moralzarzaleño y tuvimos varios hijos. Los mandamos a un colegio "internacional" que han abierto, donde les hablan en chino. Todos los profesores son birmanos bilingües y siguen un curriculum chino. Mis niños no se enteran de nada, pero al cabo de los años hablan varios idiomas y es lo que hoy en día se necesita.
Me han contado que en el comedor les obligan a comer con la boca abierta, porque es más cómodo. Que si estornudas y notan que tienes sorpresita en la garganta, te hacen esputar hasta que lo sacas, les da mucho asco si haces lo contrario y piensan que no son buenos modales.
Qué mundo de locos.
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