El miércoles por la noche me llevé a mi equipo de profes birmanas a cenar para darles las gracias por el tiempo que habían cubierto mis clases.
Todos…todos y cada uno de los cortes y malos ratos que pasé en Inglaterra hasta que aprendí inglés merecieron la pena un minuto de esa cena. El inglés me ha permitido cenar con 3 birmanas maravillosas y saber que en la otra punta del mundo comparten el mismo sentido del humor, y cada minuto de su actitud positiva sin tener, literalmente, donde caerse muertos, es un ejemplo a seguir.
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