martes, 6 de octubre de 2009

El negocio familiar


Es hora de desmantelarlo todo.
Era una mentira a gritos, pero habrá quien ni se lo imaginaba... ¿cómo, si no, iba a haber sobrevivido?
Mi madre tenía una negocio clandestino: una fábrica. De risas.
Trabajó religiosamente todos los días de su vida de sol a sol y explotó a mucha gente. Ji-ji, ja-ja, todos los días cuando ella estaba delante. Y daba igual que estuvieras enfermo o deprimido, arruinado o recién separado, ocioso u ocupado. Ella nos explotó.
La mayor parte de los trabajadores eran niños. Mi madre no era tonta, no. Esas boquitas no podían hacer unos ji-ji, ja-ja mejor elaborados. A los menores de 3 les ponía a buscar hormigueros, a los de 5 los encerraba en el jardín encantado y de 8 en adelante tansportaban colchones a la planta de arriba y se deslizaban por las escaleras. Y vuelta a empezar. Y ji-ji, ja-ja. Sin parar. Allí no había descansos.
Por las noches trabajaban adultos. Inmigrantes, la mayoría...y a echar cables sin parar. Y a ji-ji, ja-ja.
Hasta que vino sanidad y le cerraron la fábrica para disgusto de todos, después de una inspección.
Pero el último día (si no me equivoco) abrió sin permiso de nuevo ¡y se rió en su cara!, la tía (Nena...). Y allí nos puso a todos otra vez a trabajar, y ji-ji, ja-ja.
Pero es más, es que entraron los inspectores y a la pregunta de,
-Y a vosotros, ¿qué tal os va?
inmediatamente, y sin que se dieran cuenta, tambien les puso a currar.
Y ahora, ¿qué hacemos con el negocio, mamá?
Pues... ¿sabes qué te digo?
Que me lo voy a quedar. Y que todo tu trabajo lo voy a aprovechar.
Ya me cuidaré yo de que no me pongan ninguna queja los de sanidad...aunque esos diablos por mucho que pongas de tu parte, siempre te pillan en algún renuncio.
¡Pero esto no se va a cerrar!
Y a ji-ji, ja-ja.

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