jueves, 12 de noviembre de 2009

Cena con otra sociedad y mamá

Ayer me invitaron a cenar a casa de la amiga de la madre de una amiga de Robin. En una casa ENORME a media hora de Philadelphia. Y enorme la suerte de todos allí. La de Robin por tener a su madre. La de la amiga de Robin y su madre, todas invitadas. La de la anfitriona, su hija y su nieta. La de todas las hijas que tengan madre viva, aunque sea mil veces peores que la mía.
No sé en qué trabajaba la mujer ni por qué está tan forrada...pero la casa era nueva y preciosa (también tengo que decir, que como la de mi tía MªRosa). Entonces uno se monta su película: qué buena vida la de esta señora, qué suerte tener todo esto...
Se bebió una botella de vino ella solita...no es que yo esté libre de pecado, que lo he hecho mil veces...pero nos acabó basically echando de casa muy educadamente, porque no se tenía en pie.
No sé.
Una mujer de unos 60, muy bien conservada. Guapísima. Un tipazo. Pequeñita. Habló varias veces de su novio.
Entonces uno se monta su película: estará liada con un morenazo americano, 4x4, el típico cabrón a lo mejor, un poco pijo, pero un guaperas, seguro.
El novio apareció 5 minutos antes de irnos. Barrigudo, calvo y feo. No dijo ni hola y se fue a su cuarto con su tupper de fast food.
A veces desconectaba de la conversación y pensaba en mi familia. En lo que les debo, en lo que yo soy gracias a ellos. Pensaba en lo afortunada que me siento a veces, aunque también a veces tenga mala suerte.
¿Me sirve de algo mi alegría si ya no la puedo compartir con quien más la disfrutaba?
Qué rabia me da no poder contártelo todo, mamá.

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